Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

lunes, 3 de febrero de 2020

POR EL BAJO ALBAYZÍN al encuentro de la Catedral y la Torre de la Vela


A Javier Pérez y
Manolo Aguilar

Hace algunos años, buscando textos literarios sobre Granada, encontré un poema cuyos primeros y últimos versos me vienen a la mente siempre que paseo por el Albayzín. Lo firmaba Francisco Redondo y así comienza:

Quiero perderme en Granada
y que el Albaicín me encuentre
Quiero doblar una esquina
y salirme de la gente.

Como tantos martes, este último del mes de enero, salí con mis amigos Javier y Manolo a pasear doblando esquinas por el bajo Albayzín buscando la luz mañanera por calles y rincones, tanto más nuevos cuanto más visitados; desde la placeta de San Gil, junto a Plaza Nueva, Calderería Vieja arriba hacia la placeta del Correo Viejo por la calle del mismo nombre.     

Placeta del Correo Viejo
Desde la mezquita de esta plazuela, por una estrecha calle, bastante abandonada por la limpieza y algo concurrida por amantes de la "maría", dado el olor que nos acompañará algunos metros arriba, partimos en busca del Lavadero de la Manchega, así llamado por ser zona habitada en su día por oriundos de esta región castellana, que acudieron a Granada buscando trabajo.

Lavadero de la Manchega


Aquí encontramos uno de esos bellos rincones granadinos abandonados al albur de los “artistas de la insensibilidad y el mal gusto” que deterioran el patrimonio común con horrorosas pintadas y el medio ambiente con botellas, plásticos y malos olores. En estos lugares el observador puede buscar, a veces y no siempre con éxito garantizado, un punto desde el cual minimizar la visión de los "artistas" y comprobar la belleza del lugar y el arte de quien lo concibió.

Pero siendo el Albayzín un variopinto museo, donde el buen arte convive con agresivas obras de artistas de una globalización inculta, en parte favorecida por cierta indolencia oficial, subiendo la cuesta Maraña hasta adentrarnos en la calle Zenete, a la altura de su número ocho, en un hermoso rincón embrujado la Catedral majestuosamente nos sorprende.






Una panorámica más abierta de la ciudad nos ofrece el mirador de la Cruz de Quirós, al que podemos acceder por el aljibe del Zenete, a la derecha de la calle a pocos metros.

Aljibe del Zenete
 Desde este bello rincón afeado por los artistas se disfruta de una buena vista de la ciudad. El aljibe, construido en época cristiana (1517) para abastecer de agua a los habitantes instalados en esta zona tras la Reconquista de la ciudad, debe su nombre a los "Cenetes", jinetes guerreros al servicio de los gobernantes de la dinastía Zirí.

También se puede acceder al mirador volviendo unos metros hasta reencontrar esta bella puerta

con una placa que indica la dirección a seguir hacia Cruz de Quirós, donde hasta comienzos del siglo XX hubo una cruz mandada instalar por don Tello Quirós, noble que había dado muerte al caballero Diego de Figueroa por el ultraje a su esposa.

Nuevamente en el paseo la catedral del Renacimiento se nos presenta majestuosamente humilde desde el elevado mirador. Aquí se recomienda hacer zoom con la mano para aislar el templo de un aberrante edificio, obra de ilustre arquitecto y cultos mecenas de la ciudad para sede de una entidad financiera, que ya extinguida bien se valoraría su expropiación y demolición, para esplendor de la ciudad y reparación del daño causado a la ciudad cuando viejos señores fueron sustituidos por nuevos ricos.



Desde el mismo lugar las torres de San Justo y Pastor con la de San Jerónimo reclaman también una mirada.

San Justo y Pastor

San Jerónimo
De vuelta buscaremos el encuentro con la Torre de la Vela, que como una madre miedosa vigila toda la ciudad dejándose ver desde silentes rincones. Para ello iremos por la calle los Negros rumbo al Palacio del Almirante, no sin antes asomarnos al balcón de la plaza María Santísima de la Aurora.

Palacio del Almirante
Junto a la iglesia de San José la casa señorial del siglo XVI mandada construir por doña Leonor de Manrique, cuñada del Gran Capitán; el Palacio fue habitado por el Almirante de Aragón don Francisco de Mendoza, a quien debe el nombre. En la portada se lee "Hogar de San José", pues acogió un asilo de niños pobres fundado en el último cuarto del siglo XIX.  En la actualidad depende de la Universidad de Granada y es sede del centro cultural Casa de Porras.

Escudo del Arzobispo Bienvenido Monzón, fundador del Hogar San José
Es recomendable subir a la planta alta del palacio, donde encontraremos una más de las muchas estampas que desde el bajo Albayzín nos ofrece la Torre de la Vela con la sierra nevada al fondo.


A la puerta del Palacio del Almirante una auténtica reliquia del periodo islámico con la ventana más antigua de Granada: el Alminar de San José, del siglo XI, antes de la mezquita de los Morabitos, hasta que Fray Hernando de Talavera la consagró como templo cristiano.

Alminar de la antigua mezquita de los Morabitos 

En la placeta de San José, frente a la casa del ilustre pintor Manuel Gómez-Moreno González, volvemos a ser vigilados por la Torre de la Vela.


Desembocando en la cuesta de San Gregorio accederemos a la placeta de Porras, donde la Torre de la Vela tiene poltrona sobre los tejados.

Placeta de Porras
 Y desde un tranquilo y luminoso rincón, tras contemplar la Casa de Porras, damos por finalizado el paseo.
 


Por la estrecha calle del Beso, donde una placa cerámica recuerda la leyenda de una madre que en aquella casa con un "desesperado beso" despertó de la muerte a su hija, abandonamos el Albayzín camino de Plaza Nueva. 


Quiero perderme en Granada
y que el Albaicín me encuentre...
... y en esa visión quedarme
todo el tiempo que me quede.

Miguel Sánchez Peinado
Granada, 3 de febrero de 2020