Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

sábado, 26 de marzo de 2016

JÓVENES DIVINOS Y ARBOLES OTOÑALES

A Leonor y Mercedes Martín

Estamos asistiendo a la mayor revolución de la Historia: Internet, que está condicionando para bien, y en más de lo debido para mal, la vida social y, de modo especial, la política, que ya no se entiende sin Iphones, Samsung, Tabletas, Pcs, Sms, Twitter, WhatsApp, que permiten, desde cualquier sitio y hasta con personalidades falsas, enviar mensajes y noticias de rápida y amplia difusión; y con ello no quiero decir que internet haya favorecido la cobardía, aunque a veces, más de las deseables, los cobardes, para atacar y negar la libertad, se escondan tras estos artefactos, que nuestras abuelas dirían "obra  del diablo".

Observo esta nueva realidad y veo que aquella sociedad que decía “juventud divino tesoro” se ha modernizado para convertirse en una sociedad de “Jóvenes divinos”, valor en alza que ha hecho desaparecer de la vida política a los llamados "mayores", personas maduras con experiencia en el difícil arte de vivir y en el más difícil de convivir. Si visitamos las sedes de nuestras instituciones, o nos asomamos a ellas a través de los medios de comunicación, encontramos pocos mayores.

Es una realidad que en el  mapa político de la España actual hay un predominio de “jóvenes divinos”, lo que no implica en todos los casos "divinos tesoros", y los pocos mayores que encontramos suelen estar más como palmeros o conserjes bien pagados, que como conductores, programadores o gestores del proyecto social de este país nuestro; y caso de encontrarlos en una poltrona es a modo de floreros rodeados por una corte de personajes y personajillos que sin haber abandonado la florida juventud ya están inmersos en fase de esclerosis mental. Para qué pensar y estudiar si tenemos esos aparatos y aplicaciones que con un "corta y pega" puede convertir a un inútil en "promesa consagrada" de prohombre/promujer político/a, sin más mérito que el de la "adhesión inquebrantable" al mandamás de turno de la casta de turno; en esto el cambio progresista sigue siendo una ilusión.
Y cuando veo el panorama recuerdo a Isaías: “Y les dará mozos por príncipes, y reinará sobre ellos el capricho, y las gentes se revolverán los unos contra los otros, cada  uno contra su compañero, y el mozo se alzará contra el anciano, y el villano contra el noble”. Para evitar confusiones conviene recordar que Isaías fue un profeta a. de C., no un historiador o cronista del siglo XXI, aunque parezca lo contrario.
  
No se me malinterprete; la edad deja de  ser una circunstancia de tiempo para convertirse en un valor sólo cuando desemboca en la madurez, que no es un concepto numérico, sino la consecuencia de haber soportado con dignidad tanto el éxito como el fracaso -dos grandes impostores  a decir de Kipling- y haber aprendido que sólo entienden el verdadero placer quienes además de la dulzura de la miel conocieron la amargura de la hiel. En otras palabras, la madurez la da el haber puesto en equilibrio nuestra mente por la armonización de "los contrarios". 

Y para no perder el norte y el tiempo con reformas o mudanzas innecesarias en época de cambios, me voy al campo, miro alrededor y observo que  la Naturaleza sigue igual, el sol  y la luna salen y se ponen todos los días, pero cada día por sitios y con luminosidad distinta -¡eso si es reforma y progreso!-; llueve, hiela y nieva todos los años, unas veces más otras menos, pero siempre -¡y además resulta conservadora! Y observo que cuando se rebela tiene más poder que el  hombre y la mujer con todas sus potentes y modernas tecnologías. Y descubro que cuando estoy atento y busco en ella encuentro mil respuestas a miles de preguntas, tanto si están bien o mal formuladas, pues en este caso me dice que soy tonto si pregunto mal, con lo que ya me descubre otra verdad. Y me enseña cómo lo grandioso y bello está en el equilibrio de luces y sombras; y también me dice que no hay virtud sin pecado, con lo cual me advierte del peligro de caer en la  soberbia del perfecto, del sabelotodo o del "salvador de todos"; y me muestra cómo en el prado convive el viejo árbol con la joven florecilla; y me dice…, y  me repite constantemente que se puede ser feliz si en ella nos protegemos de esta oleada de soberbios, inmaduros e indocumentados que pretenden gobernar y amargar nuestras vidas, sea desde la política u otras instancias públicas o privadas.

Y en la Naturaleza aprendí que el hombre, como los árboles, tienen una función que cumplir en cada época de la vida; en primavera y verano dando fruto y sombra protegiendo de los rigores del calor, en otoño e invierno desprendiéndose de sus hojas para a través de sus ramas leñosas dejar pasar los cálidos rayos solares y permitir ver el horizonte que sus frondosas ramas en primavera impedían contemplar. 

Las personas, como los árboles, en su otoño dejan ver lo invisible en su época primaveral
Y me dice que el mejor consejo de padres -entiéndase en su expresión genérica e indiscriminatoria, evitando la tontería de llamarlos progenitores, entre otras razones porque generar prole está al alcance de cualquier animal, mientras que educar es  labor de padres- , reitero, el más preciado consejo de los padres a sus hijos y de los abuelos a sus nietos, es que procuren oir y escuchar a los mayores, no para hacer como ellos hicieron, aunque lo hicieran bien, sino para a través de ellos ver el horizonte desde las cotas más altas en que se encuentran quienes han vivido más largo tiempo.

Y en época de crisis conviene recordar el refranero, fruto de la experiencia de los mayores, que no necesita de reformas ni interpretaciones conservadoras o progresistas, pues sus dichos y consejos han sido acreditados como veraces, sabios y prácticos en el  transcurso de los tiempos. Y en ese tratado, que contiene más sabiduría que las enciclopedias de filosofía y psicología, y más autoridad que poder un gobierno de mayoría absoluta, nos dice que “no es más rico quien más tiene sino quien menos necesita”, por lo  que un espíritu austero está vacunado contra los grandes males de las crisis económicas; y cuando nos dice “teme más a un necio que a una osa a la que le quitan sus oseznos” nos aconseja prudencia ante loas y promesas de indocumentados y charlatanes.


      
Estas reflexiones, aunque parezca mentira, me hice a raíz de leer el  “Acuerdo para un gobierno reformista y de progreso” –juro y prometo que es verdad que me leí sus 66 páginas-, como también es cierto que mientras lo leía me di cuenta que lo hacía en tiempo de Cuaresma y muy reciente la fiesta de Carnaval –cuaresma ciudadana, carnaval político.
Y después de leerlo pienso que la sociedad no demanda tantas medidas como se relacionan en ese extenso documento, a veces farragoso y de terminología pomposa, a mi modo de ver innecesarias, pues lo urgente es poner coto a la corrupción, tan generalizada como arcaica, que padecemos y causa de la gravedad de nuestros males actuales, para lo que basta, mientras se reforman o elaboran otras, aplicar con rapidez y sin miramientos de personas las leyes que ya tenemos, y que la Justicia deje de ser una mentira tantas veces administrada de forma incomprensible, incluso hasta para los versados en leyes.

Y después de leer en el documento que la reforma de la Constitución no puede ser resultado de la imposición de posiciones “ni de la exclusión de ninguno de los agentes políticos”, -eso dice el documento que lleva la firma de quien se ha negado a buscar soluciones con el partido más votado-, llego, entre otras, a estas dos consideraciones:

Una, que alguno de los firmantes del Acuerdo de progreso no se encuentra entre los lectores de “El Arte de la Prudencia” de Baltasar Gracián, libro que debiera ser de cabecera para todo aspirante a buen político; puede que Maquiavelo tampoco lo tenga entre sus lectores de “El Príncipe”.

La otra es más bien una sospecha, pues vistos los acontecimientos, pudiera que con el documento, aparte de una operación de imagen personal,  se intentara provocar un “ataque de cuernos” a quienes se consideran compañeros naturales de derecha o izquierda, quienes en semejante trance puede que pierdan la templanza del buen gobernante, y dejando al desnudo el subconsciente sufran la correspondiente pérdida de imagen; y la sospecha no deja de tener su lógica cuando a la invitación del acuerdo para el progreso se contesta en la sesión de intento de investidura de Sánchez con la propuesta de “pacto del beso”. Me temo que por muy excitante que fuese el beso con tal pacto no entraríamos en un periodo de amores políticos; sería más de enamoramientos, proceso éste más corto, colorido y engañoso que el del verdadero amor, pues sería periodo de conquista del voto y el poder más que de servicio al votante. Enamorar al votante y cautivarlo con unas imágenes virtuales creadas en laboratorio con modernas tecnologías; en eso han convertido la política, en un mundo virtual del que saldríamos huyendo si se conociera la realidad y se tuviese un mínimo grado de buen gusto. No creo que quieran amarnos, aunque estoy seguro que quieren enamorarnos.

Como a pesar de todo la vida sigue su curso, me voy de paseo con mi nieta por el prado -yo como árbol viejo, leñoso y deshojado, ella como florecilla de las más bonitas- para que aprenda a disfrutar la belleza de lo natural y distinguirla de la virtual.



Y como “tempus fugit” y la impermanencia es esencia de la vida, no perdamos  la esperanza de un futuro en que los mayores tengan una función alta que cumplir, por lo que acabo también con Isaías:
 “Y se echaron unos sobre otros, diciendo en la casa de su padre: ”Tú tienes un manto; ven y sé nuestro jefe, y toma en tus manos esta ruina”.  

26 de marzo de 2016

Miguel Sánchez Peinado