Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

lunes, 3 de mayo de 2021

EL INFINITO EN UN JUNCO



A Claudio y Mercedes,
 libreros excelentes de la desaparecida 
Librería Atlántida.



    Uno de los mejores libros que he leído, el más bello de los publicados sobre los libros. Un primer placer fue para la vista, al contemplar la delicada belleza de su portada; el segundo, al tenerlo en las manos, lo produce el tacto. Una edición de categoría para una excelente obra. Al abrirlo, yo, que por mi mala memoria, tengo el vicio de subrayar y hacer anotaciones en casi todos mis libros, supe que éste, una vez leído quedaría tan inmaculado como lo recibí, por lo que en la lectura me acompañó un cuaderno donde fui tomando citas y anotaciones.



    La autora, Irene Vallejo, con una prosa poética, sencilla, delicada y brillante, nos pasea por el mundo de Grecia y Roma, origen de nuestra civilización occidental, enseñando el origen  y vicisitudes de los libros durante su historia. La introducción a cada capítulo se hace con un título metafórico, evidenciando tanta imaginación como gran erudición e inmensa cultura.

    Un libro que he tardado cuatro meses en leer, pues, como los buenos vinos, hay que saborearlo sorbito a sorbito; y en varios momentos interrumpir la lectura para leer o releer alguno de los que se hace referencia en EL INFINITO EN UN JUNCO.

    Leí en un prólogo a una Historia del Arte que un poeta romano dijo que los libros tienen vida propia, desde entonces cuando me refiero a ellos lo hago como si de unas criaturas se trataran; en este libro he sabido que el poeta romano es Horacio, en cuya idea basé un proyecto fotográfico sobre el mundo del libro.

    Hasta quien ya sepa cuanto se recoge en EL INFINITO EN UN JUNCO podría leerlo, simplemente para gozar exclusivamente del placer de leer.

    Las bibliotecas -nos dice la autora- son la memoria del mundo. Un dique contra el tsunami del tiempo. En un determinado momento se dirige el propio lector describiéndole el acto de leer: Hablemos por un momento de ti, que lees estas líneas. Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos, te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante, aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista la hilera de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso, mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu interés o tu aburrimiento.

    Oportuna, dado el tiempo que vivimos, la velada denuncia de un peligro que se ha hecho realidad: Donde los documentos se eliminan y los libros no circulan libremente, es muy fácil modificar a placer, e impunemente, el relato de la historia.

    De singular belleza es el elogio a los buenos libreros, profesionales que no sólo venden, sino que asesoran y saben de los gustos de sus clientes lectores. Ello me motiva a dedicar esta entrada a los dos grandes libreros de la desaparecida librería Atlántida, a quienes debo tanto por sus consejos a mí y a cuantos fueron a comprar libros para regalarme.

    No faltan referencias a las mujeres, de todos los tiempos, que hasta en sociedades de patriarcado aberrante, dejaron constancia de su valor y habilidad para hacerse valer.

    Un libro que deja ver la sensibilidad social de Irene Vallejo, la riqueza mundial a menudo ha ido del brazo de la esclavitud; y conecta el mundo de ayer con el de hoy en bastantes momentos del relato, refiriéndose al Efecto Google como fenómeno de relajación de la memoria. Recuerda cómo Sócrates pensaba que los verdaderos sabios debían desconfiar de los libros, aunque eran ayudas de la memoria y el conocimiento.

    Después de leer EL INFINITO EN UN JUNCO, pienso que los españoles, aunque se diga que nuestra cultura es grecolatina, somos más romanos que helenos, más guerreros que pensadores.

    EL INFINITO EN UN JUNCO, me atrevo a decir, sin miedo a equivocarme, que es un trabajo generoso de una mujer culta, sensible y buena, que de niña caminaba segura de la mano de su abuelo, de quien aprendió la importancia de las cosas intrascendentes y ordinarias que facilitan la vida a los demás.


"Los libros son hijos de los árboles" (Irene Vallejo)



"Los libros tienen vida propia"
 -dijo el poeta romano.

El árbol pleno de vida se transforma en papel
y una idea luminosa fecunda la mente del escritor,
quien con su mano va gestando a su criatura
en una matriz de papel.

Acabada la gestación propone al editor, 
cual partera de libros, con ayuda de impresor 
y encuadernador, lo alumbre y vista con sus mejores galas
para incorporarlo al mundo de la cultura.

En librerías, a modo de esclavo ilustre,
es vendido, para de forma callada convertirse
en amigo generoso, siempre dispuesto,
a cambio de nada, a dar compañía hablando de grandezas,
miserias, penas y alegrías,
cuando lo despertamos de su sueño
en la balda de una biblioteca.

(Texto de un proyecto fotográfico sobre los libros)

EL INFINITO EN UN JUNCO
La invención de los libros en el mundo antiguo
Editorial Siruela, 452 págs.


Miguel Sánchez Peinado
3 mayo 2021
     

2 comentarios:

  1. ¡Qué bonito!
    Solo por hacer contraste. Hace ya años, en una entrevista radiofónica, oí decir a la entonces directora general de IBM España, cuyo nombre no recuerdo, que los libros están llamados a desaparecer porque no son más que manchas de tinta sobre árboles muertos... ¡Tiene que haber gente para todo!

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  2. Mejor no recordar el nombre de los cadáveres vivientes que regentan importantes espacios sociales y económicos. Como haya una crisis de la energía tendremos que conectar los móviles y tabletas a una vela. Yo creo que si los libros desaparecen será porque todos serán como la directora de IBM.

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