Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

miércoles, 9 de marzo de 2022

LAMENTO DE LA PAZ

    Ante los acontecimientos que estamos viviendo: la invasión de Ucrania y la respuesta dada, sea de silencio o de palabra, tanto a nivel de naciones como de individuos, públicos o particulares, la indignación y repulsa inicial se transforman en sentimiento de profunda tristeza. Mientras un pueblo sufre la injusticia de la guerra, ciudadanos de medio mundo, inclusive los del país que invade a su vecino, sienten impotencia para detener el desvarío de un personaje cuya mente perversa pone en evidencia la debilidad de quienes, carentes de principios y convicciones morales, gobiernan en lo que llamamos democracias occidentales. Mientras un pueblo sufre me quedo perplejo ante la otra invasión en redes sociales de memes, chistes y mensajes de mal gusto arrimando cada cual el ascua a su sardina ideológica; parece que la estupidez es el refugio para la felicidad del ser humano. Reir es bueno, el sentido del humor ante los avatares de la vida puede ser signo de inteligencia, pero la sensibilidad y la empatía deben ponderar su utilización en función del tiempo y el lugar.

    En estos momentos, a modo de eco lejano y nítido, oigo a Erasmos de Róterdam, al autor de Elogio de la locura, quien fue, en palabras de Stefan Zweig, la figura más brillante y gloriosa de su siglo -pleno Renacimiento-, el primero en conciencia europea, el defensor más elocuente del ideal humanista y del espíritu universal. En el bunker de los libros oigo su LAMENTO DE LA PAZ y entiendo estos tiempos de convulsión  en que la humanidad es incapaz de entender la función esencial del arte, la ciencia y la tecnología.

    Este es el eco de aquel teólogo pensador, que en época de convulsión buscó refugio en la independencia, la libertad y la concordia; así habló para su época:


      ... quien quisiera ser príncipe de su pueblo debía ser su benefactor y no destacar en nada más que en los esfuerzos por ser el mejor y más útil de todos. Sin embargo hay príncipes a los que no avergüenza provocar los mayores conflictos con el solo propósito de anexionar algún territorio a su reino.

    El vulgo, tan despreciado y de tan baja cuna, construye ciudades magníficas, las administra civilizadamente, las enriquece y las embellece. En ellas se introducen furtivamente los sátrapas y, como zánganos, roban el producto del trabajo ajeno, de modo que lo acumulado honradamente por todo un pueblo es dilapidado y destruido despiadadamente por unos pocos. Que haga memoria quien no recuerde las guerras de los últimos años, que pondere sus causas, y encontrará que todas fueron emprendidas por el capricho de los príncipes, en detrimento del pueblo, al que no le suponen el menor beneficio.

    Ya puedo oir cómo excusan sus maldades algunos hombres ingeniosos. Dicen que lamentan combatir, pero que se ven arrastrados a la guerra. Sin embargo, basta quitarles esa máscara, rechazar sus falsos pretextos y pedir a los príncipes que interroguen su conciencia: descubrirán entonces que son la cólera, la ambición, la estupidez, no la necesidad, las que los arrastran a librar sus guerras, a menos que llamen necesidad a la voluntad de satisfacer a cualquier precio sus deseos. Más vale que reserven sus aspavientos para la plebe: a Dios no se le engaña con excusas. Entretanto, se celebran solemnes plegarias públicas, se pide paz a grandes voces y se claman lamentos: "¡Dios, danos paz, escucha nuestras plegarias!". ¿No podría Dios responderles con razón: "¿Os reís de mí? ¿Rogáis que os libre del mal que vosotros mismos habéis creado?

    ... cualquier paz, por injusta que sea, es preferible a la más justa de las guerras.

    ... los príncipes combaten sin arriesgar su vida y los generales ascienden, mientras que la mayoría de desgracias recaen en los campesinos y en el pueblo, que nada obtienen de la guerra ni dieron motivo para emprenderla.

    Por desgracia, actualmente casi todas las causas de guerra son asuntos que nada tienen que ver con el pueblo. ¿en qué conciernen al pueblo vuestras reivindicaciones de tal o cual porción de territorio?

    Cierto, parece que el personaje que tanto daño está ocasionando a Ucrania está identificado en lo que dice Erasmo; pero si somos humildes y reflexionamos veremos cuántos "putines" deambulan por oriente y occidente, antes y ahora. ¿Hasta cuándo? Desde nuestra cultura judeo cristiana de la culpa me pregunto quién es el culpable de este desmadre y, aunque los puros se escandalicen, de lo que está pasando en Ucrania los responsables SOMOS TODOS. ¿Por qué? Ya lo dijo Erasmo:

    SI LA PATRIA CREA VÍNCULOS TAN PODEROSOS ENTRE QUIENES LA COMPARTEN, ¿PORQUÉ NO LLAMÁIS PATRIA AL MUNDO?


Miguel Sánchez Peinado
9 marzo 2022