Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

sábado, 15 de mayo de 2021

AGUA: Fotografía, Cultura y Naturaleza

    
    Oí decir a Guillermo Asián, excelente profesional de la fotografía, que "la cultura avala al fotógrafo"; con anterioridad Arthur Zajonc, físico norteamericano, dijo que la luz es "el alma del espacio".

    De mi padre aprendí que "siendo el paisaje siempre el mismo, es la luz la que le da una expresión distinta a cada hora" y, partiendo de que una buena foto es aquella que "recoge uno de esos instantes de plenitud del cosmos", aconsejaba "buscar la simplicidad, estudiar las luces, el encuadre y ampliar lo debido, porque para que una foto reviva lo más posible la realidad que perpetúa ha de verse desde un punto de vista concreto", el del alma de quien con la cámara escribe con imágenes ideas, sentimientos y emociones -entiendo yo. 

    Consciente que la cámara permite jugar con el tiempo y el espacio, descubriendo belleza abstracta que el ojo no capta, pero la mente ve, salí de paseo fotográfico por el río Genil con Amalia Jiménez Catena -fotógrafa organizadora del evento- al encuentro del agua: origen y principio de todas las cosas para Tales de Mileto, sangre de poetas para Federico García Lorca. Y como la Naturaleza es generosa con quien la busca nos salieron al encuentro flores y algún que otro animalito pequeñín; mientras, el eco de los poetas navegaba por las aguas del Genil.


En todo el aire en sombra no más que el agua suena (A. Machado)





Mirar el río hecho de tiempo y agua
y recordar que el tiempo es otro río,
saber que nos perdemos como el río
y que los rostros pasan como el agua.
                                          (Jorge Luis Borjes) 


La Naturaleza es generosa con quien la busca




Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía (A. Machado)





... el agua clara es el agua corriente (Octavio Paz)


...
donde el agua sueña,
donde el agua muda
resbala en la piedra...
                                        (A. Machado)




y el agua brota, no se dónde,
brilla en hojas, habla entre las piedras
y en húmedos vapores nos convierte.
                                                                                        (Octavio Paz)


animalitos pequeños salieron a nuestro encuentro




Jugando con el tiempo y el espacio...


... descubriendo belleza abstracta que el ojo no capta, pero la mente ve.




       Miguel Sánchez Peinado
         15 abril 2021








lunes, 3 de mayo de 2021

EL INFINITO EN UN JUNCO



A Claudio y Mercedes,
 libreros excelentes de la desaparecida 
Librería Atlántida.



    Uno de los mejores libros que he leído, el más bello de los publicados sobre los libros. Un primer placer fue para la vista, al contemplar la delicada belleza de su portada; el segundo, al tenerlo en las manos, lo produce el tacto. Una edición de categoría para una excelente obra. Al abrirlo, yo, que por mi mala memoria, tengo el vicio de subrayar y hacer anotaciones en casi todos mis libros, supe que éste, una vez leído quedaría tan inmaculado como lo recibí, por lo que en la lectura me acompañó un cuaderno donde fui tomando citas y anotaciones.



    La autora, Irene Vallejo, con una prosa poética, sencilla, delicada y brillante, nos pasea por el mundo de Grecia y Roma, origen de nuestra civilización occidental, enseñando el origen  y vicisitudes de los libros durante su historia. La introducción a cada capítulo se hace con un título metafórico, evidenciando tanta imaginación como gran erudición e inmensa cultura.

    Un libro que he tardado cuatro meses en leer, pues, como los buenos vinos, hay que saborearlo sorbito a sorbito; y en varios momentos interrumpir la lectura para leer o releer alguno de los que se hace referencia en EL INFINITO EN UN JUNCO.

    Leí en un prólogo a una Historia del Arte que un poeta romano dijo que los libros tienen vida propia, desde entonces cuando me refiero a ellos lo hago como si de unas criaturas se trataran; en este libro he sabido que el poeta romano es Horacio, en cuya idea basé un proyecto fotográfico sobre el mundo del libro.

    Hasta quien ya sepa cuanto se recoge en EL INFINITO EN UN JUNCO podría leerlo, simplemente para gozar exclusivamente del placer de leer.

    Las bibliotecas -nos dice la autora- son la memoria del mundo. Un dique contra el tsunami del tiempo. En un determinado momento se dirige el propio lector describiéndole el acto de leer: Hablemos por un momento de ti, que lees estas líneas. Ahora mismo, con el libro abierto entre las manos, te dedicas a una actividad misteriosa e inquietante, aunque la costumbre te impide asombrarte por lo que haces. Piénsalo bien. Estás en silencio, recorriendo con la vista la hilera de letras que tienen sentido para ti y te comunican ideas independientes del mundo que te rodea ahora mismo. Te has retirado, por decirlo así, a una habitación interior donde te hablan personas ausentes, es decir, fantasmas visibles solo para ti (en este caso, mi yo espectral) y donde el tiempo pasa al compás de tu interés o tu aburrimiento.

    Oportuna, dado el tiempo que vivimos, la velada denuncia de un peligro que se ha hecho realidad: Donde los documentos se eliminan y los libros no circulan libremente, es muy fácil modificar a placer, e impunemente, el relato de la historia.

    De singular belleza es el elogio a los buenos libreros, profesionales que no sólo venden, sino que asesoran y saben de los gustos de sus clientes lectores. Ello me motiva a dedicar esta entrada a los dos grandes libreros de la desaparecida librería Atlántida, a quienes debo tanto por sus consejos a mí y a cuantos fueron a comprar libros para regalarme.

    No faltan referencias a las mujeres, de todos los tiempos, que hasta en sociedades de patriarcado aberrante, dejaron constancia de su valor y habilidad para hacerse valer.

    Un libro que deja ver la sensibilidad social de Irene Vallejo, la riqueza mundial a menudo ha ido del brazo de la esclavitud; y conecta el mundo de ayer con el de hoy en bastantes momentos del relato, refiriéndose al Efecto Google como fenómeno de relajación de la memoria. Recuerda cómo Sócrates pensaba que los verdaderos sabios debían desconfiar de los libros, aunque eran ayudas de la memoria y el conocimiento.

    Después de leer EL INFINITO EN UN JUNCO, pienso que los españoles, aunque se diga que nuestra cultura es grecolatina, somos más romanos que helenos, más guerreros que pensadores.

    EL INFINITO EN UN JUNCO, me atrevo a decir, sin miedo a equivocarme, que es un trabajo generoso de una mujer culta, sensible y buena, que de niña caminaba segura de la mano de su abuelo, de quien aprendió la importancia de las cosas intrascendentes y ordinarias que facilitan la vida a los demás.


"Los libros son hijos de los árboles" (Irene Vallejo)



"Los libros tienen vida propia"
 -dijo el poeta romano.

El árbol pleno de vida se transforma en papel
y una idea luminosa fecunda la mente del escritor,
quien con su mano va gestando a su criatura
en una matriz de papel.

Acabada la gestación propone al editor, 
cual partera de libros, con ayuda de impresor 
y encuadernador, lo alumbre y vista con sus mejores galas
para incorporarlo al mundo de la cultura.

En librerías, a modo de esclavo ilustre,
es vendido, para de forma callada convertirse
en amigo generoso, siempre dispuesto,
a cambio de nada, a dar compañía hablando de grandezas,
miserias, penas y alegrías,
cuando lo despertamos de su sueño
en la balda de una biblioteca.

(Texto de un proyecto fotográfico sobre los libros)

EL INFINITO EN UN JUNCO
La invención de los libros en el mundo antiguo
Editorial Siruela, 452 págs.


Miguel Sánchez Peinado
3 mayo 2021