Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

jueves, 21 de noviembre de 2019

POR LA CARRERA DEL DARRO recordando a Ganivet



A Lola


No será la calle más bonita del mundo, como algún visitante enamorado de la ciudad de ella dijera, pero sin duda la más bella de Granada, pues por su entorno, su historia, su arquitectura y su luz la Carrera del Darro es orgullo de este lugar Capricho de la Naturaleza y la Historia. 

Antes de iniciar el paseo conviene volver la vista a la Historia, para a modo de prólogo decir que el río Darro discurre por el centro de Granada y la dividía en dos partes unidas por varios puentes, hasta que en el siglo XIX se cubre el río con pretensiones de modernidad urbanística. Quienes hoy pasean por las céntricas calles de Reyes Católicos, Puerta Real y Acera del Darro, quizás lo hagan desconociendo que bajo sus pies discurre el río que daba vida a la ciudad.

Gracias a los viajeros románticos del XIX, podemos disfrutar parte de aquella Granada que se fue aguas abajo.     


Así vió David Roberts el río a la altura del Bañuelo. Afortunadamente, la modernización que hizo llorar a Ganivet no llegó a esta zona.



El mismo Roberts dejó para la posteridad este grabado del Darro a su paso por la calle Reyes Católicos, que hoy prosigue su curso en la oscuridad bajo el asfalto.


 El río Darro a su paso por Puerta Real hasta su confluencia con el Genil, en grabado del francés Girault de Prangey, para quien Granada era la ciudad de los pintores y los poetas.

Al pasear por el asfalto que hoy cubre el Darro es inevitable entender a Angel Ganivet, el más granadino de cuantos hijos tuvo Granada, abencerraje apasionado, lleno de muerte y de quimeras -según lo retrató Antonio Espina- cuando desde su nostalgia en Helsinfors dijo que quien concibió la idea de embovedarlo la concibió de noche: una noche funesta para nuestra ciudad. (Granada la Bella, IV).

Afortunadamente las exigencias de modernidad no arramblaron con todo el río, lo que nos permite el paseo por la Carrera del Darro, que iniciamos desde Plaza Nueva, para recorrer esta calle cristiana y musulmana hoy dominada por el arte renacentista y barroco, pues tras la conquista de Granada esta zona la residenciaron personajes de la aristocracia e intelectualidad cristiana, a la que posteriormente se sumaron los jurisconsultos cuando los Reyes Católicos trasladaron a Granada la Real Chancillería, desde cuya portada renacentista partiremos, no sin antes contemplar la mudéjar y esbelta iglesia de Santa Ana y la Torre de la Vela, que dominando la ciudad nos recuerda al poeta: 

                                              De sueño más que de bronce,
                                             la campana que vela en la torre. 
                                                                                                  (Rafael Guillén)


Antes de iniciar el paseo por la Carrera del Darro se recomienda prestar atención al juego que durante el recorrido tiene la luz con el río, el pretil y las piedras con la geometría y los puentes; y descubrir los hermosos blasones de aquella época en que Granada se inunda de modernidad con el renacimiento del arte clásico.

Sirvan las imágenes que siguen, como introducción y guía de observación; y también como juego en el que descubrir durante el recorrido los detalles que se anticipan, para lo que es conveniente salirse de la calle y contemplarla desde diversos rincones.  





























Al inicio de nuestro paseo por la Carrera del Darro, a la izquierda, encontramos un edificio con la placa Patio de los Perfumes; es un palacete renacentista del siglo XVII perteneciente al Marqués de Salar, bisnieto del célebre Hernán Pérez del Pulgar, capitán del ejército de los Reyes Católicos, conocido por su hazaña de haber entrado en diciembre de 1490 por el cauce del Darro y clavado con un puñal en la puerta de la mezquita mayor un pergamino con la leyenda:  Ave María, gratia plena. 





Merece la pena visitar el patio de este palacete, al que se accede por la tienda de perfumes. Esperamos que algún día puedan visitarse sus bellas dependencias hoy cerradas al público.


Patio del palacete
A la salida, si nos acercamos al pretil del río y miramos hacia atrás, veremos cómo el Darro se adentra por el embovedado



 y en su oscuridad entenderemos el lamento de Ganivet: 
Contra un pueblo que renuncia a ver el agua que corre a sus pies y el cielo que cubre sus cabezas, no queda más recurso que echarse a llorar. (Granada la Bella, V).

Ahora el Darro no se desborda inundando la ciudad, ni los niños de Granada cantan la copla que gustó a Teófilo Gautier cuando en 1840 visitó Granada:

Darro tiene prometido
casarse con el Genil,
y le ha de llevar en dote
Plaza Nueva y Zacatín.

Retomando el caminar encontramos la casa palacio de Mariana Pineda, que fue domicilio familiar de la heroína granadina, hoy convertida en hotel, en cuyo patio hay un bello pilar atribuido a Diego de Siloé.


Casa de Mariana Pineda



Pilar atribuido a Diego de Siloé
Junto a la casa de Mariana Pineda, una bella fachada nos dice que -por ahora- el arte prevalece frente a la insensibilidad de unos y desidia de otros.




En la aproximación al primero de los cuatro puentes de la Carrera del Darro encontramos una casa del S. XVI, en la actualidad hotel, cuya fachada luce unos hermosos frescos y balcones.






El puente Cabrera es el primero que encontramos en un bello rincón en donde merece la pena detenerse, para adentrarnos en él y disfrutar el paisaje.


Puente Cabrera

La Torre de la Vela también vigila este rincón del Darro
La falta de sentido estético y celo en la protección de nuestros bellos rincones da lugar a una degradación del paisaje por la invasión de terrazas de hostelería -por supuesto con las pertinentes licencias de la autoridad competente-, como es el de la casa que habitó el escritor, periodista y novelista Matías Méndez Vellido (1853-1923), amigo de Ganivet y miembro de la Cofradía del Avellano, cuya graciosa estampa se puede ver mejor adentrándonos en el puente de Cabrera.

Casa de Méndez Vellido desde puente Cabrera
Blasón en el dintel de la casa


Un hermoso aljimez es común a la vista desde ambos puentes de la calle

Puente Cabrera
A escasos metros encontramos su puente gemelo, el de Espinosa. Estos puentes unen el Albayzín con los barrios de la Almanzora, la Churra y Gomérez; ambos se construyeron en el siglo XVII, cuando se hizo la remodelación del trazado de la Carrera del Darro con motivo de la explosión en 1509 del polvorín que había junto a la iglesia de San Pedro.


Puente Espinosa desde el de Cabrera



En la plazoleta de la parte alta del puente hay que detenerse unos minutos para disfrutar la grandeza de este pequeño rincón, dominado por las formas e iconografía del Renacimiento, que desde aquí se contemplan.




La geometría de pretiles, muros, piedra y ladrillo se nos muestra esplendorosa en una variada tonalidad de misma gama cromática.






Aquí conviene hacer zoom usando la mano a modo de catalejo, para disfrutar de variados detalles aislándolos de su conjunto.




Hasta tomando un café o cerveza el cuadro es de entrañable belleza
Prosiguiendo la marcha encontramos de inmediato el Palacio de los Carvajales, casa señorial de final del XVI, que perteneció a don Francisco de Carvajal -Corregidor de Granada en 1586. Fué sede de la Comisión Provincial de Monumentos. En la segunda mitad del siglo XX fue restaurada y actualmente es la sede del Centro de Documentación Musical de Andalucía.

Palacio de los Carvajales
Merece la pena, si está abierto, entrar y disfrutar de los muchos detalles de su interior.



A escasos metros de la salida, en la margen izquierda del río se ve, adherido a un torreón, los restos de lo que fue el Puente del Cadí, enlace de la Alhambra y el Albayzín.

Restos del puente del Cadí

Frente a estos restos encontramos El Bañuelo, uno de los baños árabes más importantes y completos de los conservados en España. Datan de la época zirí del rey Badis (siglo XI).

Bañuelo
Casa de vecinos y lavadero público, hasta que recuperado por el Estado fue restaurado por Leopoldo Torres Balbás. Merece la pena visitarlos, aunque la visita gratuita está restringida a los domingos.

Sala templada de los baños
Cuando la luz acaricia no hay rincón que se resista a la belleza

A escasos metros del Bañuelo se encuentra el Convento de Santa Catalina de Siena, más conocido por Convento de Zafra.

Convento de Zafra



Fundado en 1520 por Leonor de las Torres, viuda de Hernando de Zafra, Secretario de los Reyes Católicos. La construcción finalizó en 1540 sobre terrenos propiedad de los Zafra permutados por los del Convento de Santa Isabel la Real en el Albayzín.

Prosiguiendo la marcha, pocos metros a la derecha la iglesia de San Pedro y San Pablo bordeada por el Darro.



Ya desde el Bañuelo conviene mirar a la derecha, pues según la época del año la iglesia se nos muestra con distinto marco.


Uno de los muchos rincones de una Granada cristiana y mora


Frente a San Pedro encontramos la Casa Palacio de Castril (Siglo XVI). Perteneció a los herederos de Hernando de Zafra, quienes ejercieron el Señorío sobre el pueblo de Castril; de ahí su denominación.
La parada es recomendable para contemplar en detalle su rica fachada, que se data en 1539, y en cuyo dintel destaca la Torre de Comares -blasón que los Reyes Católicos concedieron a su Secretario por su intervención en las Capitulaciones de Granada.

Casa de Castril


La leyenda "Esperándola en el cielo" del balcón ciego de su fachada hace referencia a una romántica leyenda que carece de fundamento histórico.
En 1923 fue adquirido por el Estado instalando el Museo Arqueológico. También tuvieron en este edificio el Museo de Bellas Artes -hoy en el Palacio de Carlos V- y la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias -actualmente en el Palacio de la Madraza. Tras unos años cerrado para su remodelación, recientemente se abrió el museo con menos piezas de las que tenía.


Una sobria y bellas escalera invita a adentrarse para disfrutar de su patio y vistas de la Alhambra.



Torre de Comares desde Casa de Castril
Con nuestro catalejo manual se ve esta bella estampa
Abandonado este bello edificio y reincorporados a la Carrera de Darro, antes de llegar al final de la calle observaremos a la izquierda el Convento de San Bernardo, cuyo actual edificio es de comienzos del siglo XIX.

Convento de San Bernardo
Al final de la Carrera del Darro, como puerta abierta a una panorámica de una Alhambra prepontente para quien la contempla desde abajo, encontramos dos edificios enfrentados entre sí; a la izquierda una casa señorial, sede del Monte de Piedad, fundación benéfica creada por un clérigo en 1740, hasta que tras su quiebra y posterior reorganización como Caja de Ahorros fue trasladada a la calle de San Matías y posteriormente a plaza de Villamena; en la actualidad, a causa de los recientes terremotos financieros, ha desaparecido por una absorción bancaria, pese a haber vivido bajo la advocación de Santa Rita de Casia -abogada de lo imposible.

Antigua sede del Monte de Piedad

Al final de la Carrera del Darro, la última a la derecha la Casa de las Chirimías, construida en 1609 por el Ayuntamiento de la ciudad, desde la que los músicos tocaban chirimías y trompetas para amenizar los festejos que se celebraban en el inmediato Paseo de los Tristes. Junto a ella el tercer puente que encontramos, también denominado de las Chirimías.

Puente y Casa de las Chirimías

Casa de las Chirimías vigilada por la torre del Homenaje
Como los ríos se engrandecen cuando desembocan en el mar, la Carrera del Darro se abre a un océano de belleza en el Paseo de los Tristes, así llamado porque por este paraje discurrían los entierros hasta la despedida del féretro en la Cuesta de los Chinos camino al cementerio. El paseo se hizo en 1609 en terrenos cedidos por los Señores de Castril.

Paseo de los Tristes desde Alcazaba de la Alhambra
Aquí la Alhambra, miremos desde donde miremos, se exhibe soberbia, majestuosa y coqueta, vistiendo sus mejores galas según la hora, el día o la estación en que se la contemple.

Visión desde el final del Paseo





Nuestro paseo finaliza en el Puente del Aljibillo, donde había un aljibe propiedad de la ciudad.

Puente del Aljibillo
Desde aquí podemos bajar al río y contemplarlo desde el lugar en que el Darro recoge las aguas provenientes de la acequia de la Alhambra para llevarlas al Genil.

... por el agua de granada
solo reman los suspiros.
(Gª Lorca)


Finalizado el paseo hay varias alternativas, tan diversas como atractivas todas: Subir a la Alhambra por la Cuesta del Rey Chico, subir al Albayzín por la Cuesta del Chapiz, volver al punto del que partimos por la calle San Juan de los Reyes, o prolongar el paseo por el Camino del Avellano con espíritu romántico y pasearlo como tantas veces lo hizo Ganivet, aquel ilustre granadino, hombre insólito y extraño, luminoso y profundo -para Cristina Viñes-, cuyo pecado -según Miguel Olmedo Moreno- fue tener demasiado pronta la respuesta y demasiado segura la solución.

Miguel Sánchez Peinado
21 noviembre 2019