Miguel Angel Lorenzo, un niño grande, un hombre bueno, se ha marchado, a ritmo de cante por seguidilla, mientras un ¡olé! suena en el coso por donde toreó su vida.
Un hombre al que nunca le vimos un mal gesto o una discusión airada; siempre presto a buscar una solución al problema que surgiera en su entorno.
Buen, honesto y generoso profesional en el difícil y complicado mundo de las finanzas. Sin su callado y eficaz trabajo no se entendería la función que la Caja Provincial de Ahorros de Granada prestó, allá por los años 80 del pasado siglo, en época de tensiones económicas.
Persona leída, que diría la gente culta, sencilla y castiza que le trató. Su extensa y variada biblioteca es una fiel radiografía del bueno de Miguel Angel, que se ha ido a su manera: discretamente, sin hacer ruido, sin molestar. Se ha ido sin morir, pues sigue presente en la memoria de quienes con él caminamos por la vida.
Y ante su muerte la lógica respuesta es, al susurro de una guitarra, un cante por alegrías a la Vida.
Miguel Sánchez Peinado
