Y vuesa merced, ¿dónde camina?
Yo, señor -respondió el caballero- voy a Granada,
que es mi patria.
¡Y buena patria! -replicó don Quijote.

sábado, 28 de septiembre de 2013

HASTA EL GORRO. Rafael Carmona


Los ingenuos se sorprenden de todo, o casi. A los políticos, sin embargo, tendríamos que pedirle una dosis más elevada de realismo, no por nada especial, simplemente por el hecho de que su tarea es conocer, o deberían de conocer, a dónde se meten cuando deciden entrar en la “tarea política”, salvo una excepción, claro: cuando confunden el quehacer político con un juego de azar en el que todo es imprevisible. En este caso su vocación de servicio se transforma en una provocación a la ciudadanía y su política en una amenaza para todos.

En la última convocatoria de elecciones generales el común de los mortales teníamos una leve idea del berenjenal en dónde andábamos metidos: endeudados hasta las cejas y más tiesos que la mojama. 
Las advertencias nos venían de todos los puntos cardinales y hasta nos miraban con recelo, vamos que… en términos ajedrecísticos ya nos entonaban el jaque. Sólo nos faltaba la puntilla.

En este juego unos políticos continuaban en el intento de convencernos, desde hacía ya algunos años, de que no andábamos tan mal y, en cambio, los otros se emperraban en machacarnos afirmando por activa y pasiva que íbamos al desastre, pero que aún estábamos a tiempo. Nada de cuanto afirmaron ha resultado. Y, ahora, todos continúan con diferente cantinela, aunque con un mismo estribillo en ambos coros: ellos mienten.

Por supuesto: unos mintieron en la cuantificación de la deuda; los otros: han mentido al prometer que iban a hacer esto y lo de más allá, pero lo que sí resulta evidente, porque así aparece en el BOE, es que ahora están haciendo lo contrario de lo que dijeron, o casi. Desde luego… no ganamos para sorpresas que, además, nos las están sirviendo en pequeñas dosis, poco a poco, para que no se nos vayan a atragantar. Demasiada consideración para con los curritos de a pie que ya vamos estando, por decirlo con un eufemismo, hasta el mismísimo gorro.

Este es el talante, pues el talento que derrochan es tan escaso que a duras penas les llega para explicar lo que se traen entre manos, de manera que los perjudicados siguen siendo los mismos, como ocurre siempre, es decir, los ciudadanos de a pie cansados de hacer tanta cola interminable en el INEM y todo para nada, bueno, sí, para matar el tiempo, pues alternativas quedan más bien pocas, tan solo una: sálvese quien pueda… huyendo.

Seguir confiando en la palabra de quienes han hecho de la política un banderín de enganche no para servir, sino para vivir del cuento, aunque, por supuesto, a cuerpo de rey, digo de “político” es de… “cándido y/o tocho”. Este “sin vivir frenético” de los políticos y sindicalistas les debe dar para todo, menos para ganar la confianza. A la vista está, para quienes quieran mirar: la desconfianza se cierne en muchas capas de la sociedad con tanta reforma a medio explicar, salvo para aquellos incondicionales, que haberlos, haylos… con unas antojeras de padre y muy señor mío, como suele ocurrir, tanto en los de una bancada, como en los de la otra, para ello es suficiente con echar una mirada al panorama que nos rodea en la calle y en los medios de comunicación.

Ante esta tesitura me refugio detrás de esta propuesta: “pensar es más productivo, que dejar que otros piensen por mí”.  

Rafael Carmona



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