Con
motivo de una confrontación entre el Alcalde de Granada y la Junta de Andalucía
a propósito de la capitalidad de la cultura, el DIARIO DE GRANADA tuvo a bien
publicarme en noviembre de 1981 un artículo en el que mantenía la llegada de una
nueva sociedad y a cuyos problemas habría que hacer frente con la cultura. Al
releer hoy aquel artículo siento una cierta pena al ver que algo se ha cumplido
y no hemos sabido prepararnos para afrontar los problemas que se intuían.
En
aquel artículo bajo el título de “Granada, capitalidad de la cultura”, entre
otras cosas decía:
“… probablemente en la
cultura esté la única solución a los graves problemas que nos esperan en un
futuro no muy lejano.
Mucho se ha escrito de
conceptos y definiciones de la cultura y el problema de su conceptualización puede
ser el de la limitación que el concepto puede implicar. Por ello, y a los solos
efectos de la intención de estas líneas, me permito la licencia de definir la
cultura como un proceso de sensibilización para descubrir lo bello del Universo
y asimilar la esencia de la Historia, proceso que si conlleva progresión puede
modificar la escala de valores, proceso que es susceptible de manipulación,
como de hecho está siendo y ha sido manipulado por arriba, por abajo, por la
derecha y la izquierda.
En el mundo de la cultura
se está confundiendo con demasiada frecuencia y no sé si intencionadamente, al
hombre erudito con el hombre culto…. Alguien dijo que uno de los principales
problemas del país es la “incultura de los cultos”, y no andaba desencaminado
en la justificación de tantos males que nos acontecieron y nos acontecen.
Mucho me temo que la
sociedad del futuro sea la época del “ocio impuesto”. Como consecuencia de la
evolución científica y técnica es posible que unos pocos sean los que produzcan
lo que todos tengamos que consumir en el orden material, lo que nos llevará a
un nuevo concepto del trabajo, salvo que se recurra a la fácil e innoble
solución de pulsar el botón de la guerra para volver a empezar.
Ello nos obligará a
prepararnos para asimilar el fenómeno del ocio y reconducir lo que actualmente
es una situación dramática a una situación de posibilidades para un desarrollo
profundo de la personalidad. Esta reconducción es posible, esta reconducción
pienso que es obligada, esta reconducción no tiene más vía que la de un
movimiento cultural auténtico, profundo y no manipulado.
Creo que la sociedad del
futuro no tiene más salida que una adecuada explotación de los recursos y los
elementos productivos, una sociedad que tiene que abandonar el postulado actual
de ahorrar para gastarse el ahorro en lujos, una sociedad que a la empresa, en
cuanto fuente de riqueza, la proteja de las arbitrariedades de empresarios,
trabajadores, intermediarios y demás personas que en torno a ella se mueven,
pero sin limitar la razonable y necesaria libertad empresarial.
Pienso que por un proceso
cultural auténtico es por donde solo podremos llegar a un nuevo sistema en el
que queda garantizada la libertad de gestión empresarial, pese a un sistema
fiscal de fortísima presión que ha de garantizar no sólo la justa distribución
de la riqueza sino también la no descapitalización de la empresa privada.
A la creación de ese nuevo Estado intervencionista en la redistribución
de las rentas y al mismo tiempo liberal en todo lo demás, sólo se puede llegar
por la cultura, porque sólo ella permitirá la superación de prejuicios e
intereses irracionales, porque sólo ella evita al erudito a secas que
engordando su vanidad social frena el normal desenvolvimiento de la vida por la
neurosis que le produce lo infructuoso de sus conocimientos.
Abordando Larroque el
problema de la libertad y el desarrollo de nuestro tiempo, afirmaba que “la
civilización es el despliegue en el tiempo de una forma de concebir la
existencia, es un estadio de la evolución espiritual del universo, con las
opciones que deciden unas generaciones consecutivas a través de distintas
coyunturas y en un contorno tecnológico que incluso puede variar radicalmente
los medios materiales sin alterar semejantes opciones intelectuales y morales.
Cuando se pierde la fe en dichas opciones comienza la decadencia de la
civilización”.
Los signos de decadencia
están ahí, el escepticismo no positivo, el pesimismo miedoso, la adaptación a un
sistema que se desmorona.
Por la vía de la cultura
podemos contemplar que vivimos una época de posibilidades, porque sólo por la
cultura se asimilará sin miedo la esencia de la conciencia histórica, y sólo
por la cultura la libertad nos conducirá a dar un salto consciente hacia
adelante”.
Al
releer lo escrito hace más de treinta años me sorprendo de nuestra incapacidad
para ver y reaccionar ante lo que se veía venir. Es como los bañistas que ante
la vista del tsunami que viene se dedican a disfrutar de la playa, porque
sintiéndose grandes nadadores creen que podrán mantenerse a flote en la
corriente devastadora.
Por
desgracia parece confirmarse que estamos en la sociedad del “ocio impuesto”,
pero sin haber realizado esa labor de cultura necesaria para en momentos de
crisis reafirmar los postulados intelectuales y éticos a los que apelaba
Larroque allá en el año 1968.
Intuyo
que para poder encontrar la solución a los problemas que nos acucian en una
situación como la actual es imprescindible un cambio de actitudes, quizás al
cambiar la actitud el problema puede cambiar de dimensión. Hay que plantearse
seriamente lo que cada cual puede hacer para aliviar la tensión en que vivimos,
todo trabajo es útil venga de donde venga si somos conscientes de la función
social y creativa que todo trabajo debe tener. Los vagos, que nada tienen que
ver con los parados, son una lacra, su trabajo es similar al de las chicharras,
mucho ruido y pocas nueces.
Ante
una sociedad con seis millones de parados habría que obligar a nuestros
políticos a escribir cien veces –como a niños indisciplinados y vagos- lo que
dijo el ilustre don Gregorio Marañón: que es necesario un afán de trabajo
ilimitado, por la alegría de trabajar, antes que por la alegría de conseguir
–hoy diría trincar-, con espíritu de colaboración para la obra suprema del crear
desinteresado, del crear no para ser ricos, ni famosos, sino para engrandecer a
la patria y la humanidad.
Si
resucitara don Gregorio y contemplara el solar patrio repleto de trincadores y
aldeanos nacionalistas -figuras modernas de un feudalismo trasnochado -me diría
que soy un imbécil, y cuando le preguntara por qué si es que en vez de cien
veces debieran escribirlo mil cada día, él me diría que no soy consciente que
algunos no podrían hacerlo porque no saben escribir y los más porque no saben
ni copiar y algunos le copiarían mal y entonces la gente pensaría que él fué un
imbécil como yo, y yo le diría usted perdone don Gregorio pero lo tenía que decir
y si no quería usted que lo dijera no haberlo escrito, y él me diría para qué
decir lo que él dijo, y yo le diría lleva usted razón don Gregorio, para “ná”,
y él me diría que soy un escéptico y yo le diría y usted un romántico, y yo le
diría siempre nos quedará Toledo y él me diría y también Granada y al unísono
diríamos: ¡qué suerte tenemos!
Buena reflexión Miguel, así como bonitas fotos. Sí, se veía venir, aunque tú te anticipaste a la mayoría; otros empezamos a darnos cuenta del asunto cuándo a mitad de los 90 veíamos la cantidad de dinero que nos llegaba de Europa y el uso que se estaba haciendo del mismo.
ResponderEliminarA ser vago también se aprende –como a casi todo en la vida- máxime si el sistema nos va mostrando el camino para conseguir dicho aprendizaje.
Totalmente de acuerdo con la cita de Marañón, que nos habla sobre motivación de logro: trabajar por la alegría del hecho en sí y no por la recompensa, trabajar movidos por factores intrínsecos….el niño tiene que ir aprendiendo que estudiar y hacerlo bien es bueno para sí.
Como bien dices, el cambio de actitud y la educación en valores es imprescindible para comenzar a solucionar los problemas que tenemos.
Que el fondo de la crisis es cultural, totalmente cierto, ahora parece que la cultura es sinónimo de superfluo y de lujo….se recorta en cultura demostrando ceguera e incapacidad, en ausencia de una verdadera estrategia económica para reducir el gasto público; sin cultura no se formará en valores, en sentimientos, en trabajo, en respeto a otras culturas….
Un abrazo y ánimo con el blog!
C.M.Torres.