El fotógrafo Miguel Sánchez en la Alpujarra |
Una rendija de luz y de arte nos proyecta un mundo perdido
Una auténtica gozada. Sin alharacas... que distraigan del argumento
esencial, con el empeño entero y nuevo de aquella primera exposición
fotográfica en los años sesenta sobre la Alpujarra, que tuvo amplia y
merecida resonancia en el ambiente culto y entendido de una Granada
artística y crítica y que hoy, con una exquisita selección de aquella y algunas
obras inéditas, nos asoma de nuevo a unos espacios y rincones
incomparables, de una belleza tan singular... casi única, que nos cautiva el
corazón y nos hace soñar mediante un paisaje idílico, aunque duro, de unas
construcciones y unos espacios urbanos captados con preciosismo increíble,
por la destreza de un maestro incuestionable de la fotografía: Miguel
Sánchez García.
La exposición nos brinda la oportunidad de comprobar que Granada aún
permanece con la antorcha encendida en el corazón de quienes sienten las
cosas del terruño como propias, como de la casa común...sin puertas
blindadas, como escaparate a los cuatro vientos, para cuantos se atrevan a
asomarse al vértigo de la Alpujarra de ayer, con unos pueblos escalando los
barrancos, con calles que se dejan atravesar por un canal central que recoge
el agua de la lluvia y del deshielo de la Sierra, que se levanta altiva sobre los
terraos que dan cobertura a las viviendas de piedra y cal.
La muestra fotográfica nos conmueve con la figura noble y recia de sus
hombres y mujeres, cargados de años y de arrugas como se percibe en sus
rostros azotados por el viento y quemados por el sol, rostros verdaderamente
humanos de los pies a la cabeza, de una ternura indescriptible para la palabra,
pero captada con intensidad y profundidad por la cámara fotográfica de aquel
hombre que fuera Miguel Sánchez, enamorado, a partes iguales, de su afición
a la fotografía y de la Alpujarra granadina.
Miguel ha sabido captar de manera singular la belleza y esa despreocupada
felicidad de los niños, que se asoman curiosos a la puerta o que juegan en la
calle ajenos al resto del mundo.
No ha pasado desapercibido para este maestro en el arte de la fotografía la
entereza indeclinable de hombres y mujeres cargados de años y/o la fortaleza
aguerrida de los trabajadores doblados, día tras día, sobre las paratas de oro
de cultivos esenciales: la patata, la habichuela, las hortalizas... los árboles
frutales. El castaño y el nogal, árboles emblemáticos y seña de identidad del
Barranco de Poqueira.
Rafael Carmona
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